Me
resultó grato y placentero llegar al ingenio Montellano, de Puerto
Plata, comunidad de donde soy oriunda, el pasado sábado 25 de febrero.
Se festejaba la reapertura del ingenio, fuente vital de trabajo de esa
comunidad y todos sus alrededores, el cual estuvo cerrado por muchos
años y gracias al esfuerzo tesonero de comunitarios y autoridades del
gobierno de esa localidad lograron su apertura con el arrendamiento del
mismo por 30 años, a la familia Smith, de nacionalidad
norteamericana, con una inversión inicial para la reparación de sus
instalaciones de 40 millones de dólares, por lo que la alegría volvió a
reinar en esa laboriosa población.
A
finales de los años 80, cuando se inició la ola de privatización de los
ingenios azucareros, Montellano fue de los primeros, junto al
Esperanza y el Catarey de Villa Altagracia, seleccionados para dar
inicio a ese proceso, que el tiempo demostró no tenía razón de ser,
lo que precisaba era hacer una reingeniería conceptual y administrativa
de esas empresas a los fines de que se mantuvieran como siempre lo
fueron: la espina dorsal de la economía dominicana y fuente de empleos
para poblaciones carentes de ingresos.
En Montellano, diferente a Esperanza y Catarey, la privatización no prosperó, gracias a la intervención oportuna de los sindicatos de trabajadores de ese ingenio y a la integración de la comunidad, al demostrar estos que los argumentos que se esgrimían para cerrarlo, como eran la baja productividad y la inconsistencia en el costo de mantenimiento, no eran ciertos, pues contaba en la ocasión con un buen balance productivo y económico.
La intervención de la Cámara de Diputados, a través de quien suscribe, con la realización de vistas públicas, evidenció que la política que hacía aparecer como deficitarios a los diferentes ingenios y sobre todo al de Montellano, lo constituía la mala política administrativa que llevaba a cabo el Consejo Estatal del Azúcar –CEA_ de aquella época, que utilizaba los beneficios de la producción de esos ingenios, para cubrir los déficit de la burocracia improductiva central y un derroche de recursos económicos inaceptable, lo que impedía el equilibrio financiero de la industria, mientras el sector privado, a pesar de la depresión de precios que coyunturalmente mostraban los mercados internacionales del azúcar, sobrellevaron la crisis y hoy se mantuvieron produciendo.
José Gilberto Corniel, presidente del Comité Pro Rescate del Ingenio Montellano, Daisy Marmolejos, Felipe Santiago Henríquez (Chaco), son parte de la decenas de dirigentes comunitarios de Montellano a quienes debemos felicitar por los esfuerzos llevados a cabo por años, hasta hacer realidad lo que presencié en el acto de apertura: miles de personas con sonrisas y una satisfacción en sus rostros que difícilmente podré borrar de las retinas de mis ojos.
Mi alegría fue por partida doble, tal como signifiqué en las palabras que pronuncié en el acto, pues mi padre, quien rebasa los 100 años de vida, participó en la construcción del ingenio y por su edad, está coincidencialmente ubicado en los momentos en que con su hermano Delio, trabajaba en la carpintería de las instalaciones del ingenio y resonaban en mis oídos al hacer uso de la palabra y ver esos rostros llenos de alegría, su voz en la noche anterior diciendo: “Delio, pásame los clavos para que terminemos rápido este trabajo, porque la zafra casi está por comenzar…” y también sentí en esos momentos, la alegría de Ulises Gutiérrez, extraordinario mecánico, junto a su equipo: Tato, José Gutiérrez, Queteque, Eugenio Mena, entre otros, quienes ya están ausentes.
Qué bueno que tenemos un clima de paz y seguridad jurídica que posibilita que hoy en Montellano haya una inversión importante que dinamizará junto al turismo, la economía de la región y mantendrá alegres los rostros de los miles de personas que han vivido días de angustias y desesperanzas al ver que su único medio de producción se mantenía cerrado. Ahora sus hijos tendrán la oportunidad generacional con la que ellos soñaron.
Un detalle trascendente de este insuperable momento fue el hecho de que el presidente de la empresa arrendataria, Mr. Edward Smith, se comprometió con el Comité a que el día de la apertura estaría presente con toda su familia. Y así fue, lo que pone en evidencia que los rostros felices que observé al inicio del evento, parece que se mantendrán por mucho tiempo.
0 comentarios:
Publicar un comentario