Lic. Sergio Cueto (2 de 2)
El ingenio Montellano, como empresa productora de azúcar, disponía de 3,580 hectáreas (57,280 tareas).
A inicios del siglo pasado (recordemos que el ingenio fue fundado en 1918) esas tierras tenían una vegetación densa, pero fueron deforestadas para destinarse a la siembra de caña (2,512 hectáreas, equivalentes a 40,192 tareas) y para uso de potreros (1,068 hectáreas, igual a 17,088 tareas). Sólo se dejó una pequeña zona boscosa, en el área de Boca Nueva.
El Consejo Estatal del Azúcar (entidad que por la instrumentación jurídica nacional se convirtió en dueña de los ingenios que pertenecieron a Trujillo, entre los que está el de Montellano) ha querido cambiar la vocación agrícola de estas tierras al uso turístico y pasó 10.5 millones de metros cuadrados (unas 16,800 tareas) al Banco Central de la República Dominicana para el desarrollo del ambicioso “Proyecto Turístico Montellano”, descrito en el artículo anterior.
Como algunas de las acciones de ese plan ya comenzaron a ejecutarse, nuestra opinión es que los montellaneros yerran el tiro cuando demandan la reapertura del ingenio; entendemos que, en cambio, ellos deben aprovechar las oportunidades que el turismo les ofrece, las que son mayores en términos económicos y sociales, alcanzan a más familias y tienen más permanencia de futuro que la industria cañera.
Otra forma de insertarse en la industria sin chimeneas sería reclamar que el Gobierno les entregue parte de las tierras estatales excluidas de los proyectos turísticos y que las mismas se destinen a la producción de los rubros agrícolas más demandados por los hoteles de Cabarete, Sosúa, Playa Dorada y Cofresí, además de suplir al casco urbano de Puerto Plata.
Esto no sólo beneficiará a los montellaneros con el incremento de la generación de ingresos y la mejoría de la economía de las comunidades aledañas, sino que también favorecerá al propio sector hotelero ya que, además de obtener rebajas de importancia en los costos de adquisición de productos frescos y de calidad directamente desde las fincas también incluiría una oferta complementaria a los visitantes, como sería llevarlos a conocer cómo se producen los alimentos y frutas que ellos se comen en los hoteles.
Una experiencia de esta naturaleza se ejecuta en San Rafael del Yuma, donde los parceleros de Baiguá cultivan para suplir a los hoteles del triángulo formado por las zonas de La Romana, Bayahibe y Bávaro. El padre y gestor de este proyecto es el ingeniero Frank Rodríguez, actual director del Instituto Agrario Dominicano (IAD), quien por su prominente capacidad, alta sensibilidad social y demostrada lucha para la reducción de la pobreza, estamos seguros de que ofrecería sus conocimientos, serviría de asesor y hasta gestionaría que el Gobierno facilite tierras para incorporar a la reforma agraria un programa de esta naturaleza. Sólo se necesita que el Comité Pro-reapertura del Ingenio Montellano (que ha demostrado tener una alta capacidad de convocatoria) escoja una comisión para que visite al IAD y se entreviste con Rodríguez a fin de iniciar las gestiones.
El momento, incluso, es oportuno, ya que el presidente Leonel Fernández, en su reciente viaje a Madrid, España, al participar en el Foro de la Nueva Economía insistió en la necesidad de “volver a los fundamentos de la economía basada en la producción”. Esta iniciativa, pues, le toma la palabra al mandatario.
Nuestra propuesta es para que el turismo se eslabone con el sector agrícola y se posibiliten negocios que hagan posible “enrrumbar de manera sustentable y sostenible el desarrollo de las comunidades rurales que habitan en el entorno de los complejos hoteleros, especialmente de aquellas donde el flagelo de la pobreza resulta más notorio”, tal como dijo el ingeniero Rodríguez cuando presentó el proyecto Baiguá.
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